domingo, 28 de mayo de 2017

Versos

No hay nada mejor que una madrugada para escribir,
una fresca medianoche donde las ideas fluyen,
o una tarde próxima al solsticio de verano;
cualquier lugar y momento donde la imaginación
trepe por mis desequilibradas neuronas.

Trazo esbozos de lo que parecen ser palabras,
que culminan con puntos sin sentido,
con comas vacías,
con recuerdos rotos,
con sentimientos llenos de dolor,
donde el placer mata.

Porque escribir es el augurio
de que mi alma necesita un respiro,
es la vía de escape de mi mente,
que se cierra cuando no estás
y explota cuando te acercas.

Me dicen que me queda mucho por vivir,
que la vida es impredecible y fantástica,
difícil y catastrófica, pero preciosa,
como las sonrisas que regalaste,
como todo el tiempo que no perdiste,
y que cesó.

También me dicen que la vida se resume
en las historias contadas y en las que escondes,
en todas las madrugadas con insomnio,
con un cigarro en la boca.

Lo resumo todo a instantes,
fugaces pero penetrantes,
incoherentes e inconexos,
pero míos...

No sé muy bien a quién dedico mis letras,
a quien dirijo mis emociones,
mi odio, mi tristeza,
mi alegría, mi amor.
Nunca entenderé por qué o para quién escribo,
no me entiendo ni a mí mismo
cuando mi cabeza decide no regirse por la realidad,
y navegar por mares desconocidos y misteriosos.

Cierro los ojos mientras escribo esto, con insomnio.
Sumando una madrugada más, un cigarro más,
unos minutos menos...

Entenderé algún día mis versos,
cautivos y dispersos;
a veces atacan y salen ilesos,
otras veces acaban presos.

F.