Fluye conmigo, hagamos de nuestra vida el unísono, de nuestra carne una sola.
Pero sobre todo, no dejes que se vaya; no permitas que todo desaparezca como lo hace en las mañanas de resaca, con cualquiera.
Te pido que reavives la llama, esa chispa que en la hoguera queda y que aguanta cualquier nevada o lluvia, pero que pronto culminará su existencia.
Te pido que dejes que el fuego nos queme.
Hagamos una gran hoguera, echemos leña, recuerdos de los que marcan una vida; dolor del que te hace más fuerte; amor del que nos mantiene unidos.
Veo como crece, se expande poco a poco y noto su calor, el gran calor abrasador del fuego, eterno y que lo resiste todo.
No es suficiente, no llega al punto de ayudarte en las noches de invierno cuando apenas tienes mantas: se queda, simplemente en necesitar un soplo para apagarla como en cualquier cumpleaños, en la llama de una vela.
Busca leña de la que aguanta, de la que resiste al fuego y se incendia lentamente.
Busca recuerdos profundos que te ayuden a llegar a una meta cuando ni si quiera te sientes con fuerza de empezar la carrera; sentimientos amargos que te permitan no tropezarte con esa piedra una segunda vez; busca vida, sobre todo, donde no la haya.
Esta hoguera vale. Esta ya ayuda a sobrevivir en cualquier ventisca y a sentir cualquier nochevieja en cualquier pueblo de cualquier montaña; ya le da un sentido a la pasión; ya origina una bifurcación en nuestro destino.
Ya me ayuda a sentir que sigues viva.
F.